Los niños diagnosticados con patologías del espectro autista generalmente muestran muchos síntomas de un procesamiento sensorial insuficiente y su interacción con el ambiente físico también se ve afectado.
Jean Ayres dedica un capítulo de su libro “La integración sensorial y el niño” a explicar los trastornos que presentan, a nivel sensorial, los niños autistas. En la época en que Ayres desarrolló la teoría no existía como en la actualidad una especificación detallada del espectro autista. Hoy conocemos que un niño puede presentar desde un Síndrome de Asperger, a un trastorno generalizado del desarrollo hasta un autismo profundo. Todos estos niños, en mayor o menor grado demuestran trastornos sensoriales. Por esta razón, extraigo a continuación algunos conceptos que Ayres escribió pensando en los niños autistas.
Desorden de procesamiento sensorial
Cuando los niños autistas colaboran lo suficientemente para someterse a pruebas estandarizadas de las funciones de integración sensorial, generalmente sus puntuaciones son similares a las del niño dispráxico. Se les dificulta la localización del estímulo táctil y saber dónde se encuentran sus manos cuando no pueden verlas. Tienen bastante dificultad en la planeación motora (…).
Existen tres aspectos del procesamiento sensorial insuficiente que encontramos en los niños autistas. Uno, la entrada sensorial no está siendo registrada correctamente en el cerebro del niño, por lo que pone poca atención a casi todas las cosas y en otras ocasiones reacciona excesivamente; dos, es posible que no module bien la entrada sensorial, en especial las sensaciones vestibulares y táctiles, por lo que posiblemente sea gravitacionalmente inseguro o táctilmente defensivo; tres, la parte de su cerebro que hace que quiera hacer cosas nuevas o diferentes, no opera normalmente, por lo que el niño tiene poco o ningún interés en hacer cosas propositivas o constructivas.
El registro de la información sensorial
La mayoría de la gente ha pasado por una calle conocida cierto número de veces y un día nota algo que nunca antes había visto. Nos preguntamos si ese letrero, el edificio o cualquier otra cosa es nueva y nos sorprende descubrir que siempre ha estado allí. Simplemente nuestro cerebro nunca antes había decidido que valiera la pena notar ese objeto. Generalmente ni siquiera nos damos cuenta de por qué atrajo nuestra atención en ese momento. En ocasiones, algo en la imagen del objeto era diferente, quizás el sol lo iluminaba de otra manera y esta ligera diferencia causó que nuestro cerebro registrara la imagen que antes había ignorado.
Hay una parte del cerebro que decide cuál entrada sensorial registramos y llama nuestra atención y, también decide si haremos algo con respecto a esa información. Esa parte no está trabajando bien en el cerebro del niño autista, por lo que no registra muchas cosas que los demás si notan. La respuesta del niño autista a la terapia será directamente proporcional a la insuficiencia en el funcionamiento de esa parte.
Las entradas auditiva y visual también se ignoran o no se registran con más frecuencia que otros tipos de estímulos sensoriales (…). Con frecuencia no reaccionan cuando caen o se golpean, como si no sintieran dolor, a menos que éste sea muy intenso. Sin embargo, algunos son excesivamente sensibles a las texturas de las cosas; cuando son pequeños es posible que se resistan a la comida sólida porque no les gusta su textura. Es posible que respondan negativamente a ser tocados por otra persona.
Con frecuencia el tacto con presión profunda es el tipo de estimulación táctil que produce una respuesta positivas y es posible que les guste acostarse entre dos almohadones y que algo pesado les ruede encima. O colocar sus manos debajo de objetos pesados y disfrutan de las sensaciones de presión que lastimarían al promedio de los niños. Quieren sentir algo pero quizás su cerebro sólo registra sensaciones muy fuertes. Algunos de estos niños actúan como si la mayoría del tiempo sus manos se sintieran incómodas y una presión fuerte las hiciera sentir mejor. A menudo, a los niños dispráxicos también les gusta el tacto de presión firme, pero parece que registran la entrada con mayor facilidad que el niño autista. El niño autista siente la entrada de su músculos y articulaciones mejor de lo que siente por medio de sus ojos o sus oídos. Jalar las piernas o los brazos estimula los receptores que se encuentran en los músculos y en las articulaciones y los niños autistas con frecuencia ofrecen sus brazos y sus piernas para que el terapeuta los jale. Insistimos en que parece que sólo las sensaciones muy fuertes- sensaciones tan fuerte que a otros dolerían- son registradas por el cerebro autista.
Los niños autistas buscan el movimiento y la estimulación tenazmente o los rechazan por completo. Ninguna de estas respuestas es normal. Algunos quieren enormes cantidades de movimiento y parece que obtienen mucho placer en esto. Movimientos como girar o columpiarse no los hacen sentir mareados o con náuseas. Esto sugiere que su cerebro no registra la entrada vestibular como debiera (…).
A menudo se puede motivar al niño autista para que registre la entrada sensorial si se le proporciona un estímulo adecuado. Es por esta razón que las terapias que modifican el comportamiento (TCC) son efectivas con estos niños. La terapia de integración sensorial también trata de proporcionar un incentivo para que el niño registre las sensaciones, pero este incentivo es interno y natural. El placer de la estimulación vestibular durante la terapia ayuda a motivar al niño y también ayuda al cerebro a procesar otras entradas sensoriales, especialmente las visuales. Están más propensos a mirar al terapeuta a los ojos durante o inmediatamente después de movimientos corporales que comprenden mucha estimulación vestibular.
Es interesante, para los que dominan el idioma inglés, escuchar a la Dra. Temple Grandin hablar sobre sus trastornos sensoriales. Es altamente recomendable su libro "Atravesando las puertas del autismo".